O votamos o nos botan

Parle Vosté
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Sólo quedan unos días para unas elecciones que no son unas elecciones más. Este próximo 23 de julio se decide si se sigue adelante por la senda del progreso, de los derechos y de la libertad, o si se toma el camino de la vuelta atrás. Pero no de una vuelta atrás cualquiera. Estamos asistiendo a nivel español, europeo y mundial a una regresión de libertades como no se veía desde los años treinta del siglo pasado. Muchos pueden pensar que son previsiones catastrofistas, exageradas o, simplemente, alarmistas. Sin embargo, la realidad es tozuda: Allá donde ha tocado poder el matrimonio formado por la extrema derecha y la ultra derecha, se ha vuelto atrás en el tiempo unos cuantos años, deshaciéndose de concejalías de Igualdad, por ejemplo, o censurando obras de teatro y hasta películas de dibujos animados. Los gobiernos autonómicos se están acabando de configurar. En Baleares, sin ir más lejos, han desaparecido las consellerias de Igualdad y de Medioambiente. Aquí mismo está por ver qué ocurre en igualdad, derechos lgtbi, cultura, educación, medioambiente y bienestar animal, pero ya sabemos que volverán las oscuras golondrinas, como dijo el poeta.

Nuestro sistema democrático y el resultado del 23J permitiría que el Gobierno central ejerciera como contrapeso de los gobiernos autonómicos. Por eso es fundamental que ahora, el Gobierno del Estado quede en manos de la izquierda. No sólo el futuro de los ciudadanos y ciudadanas de este país está en juego; creo que está en riesgo la mismísima Unión Europea. El cóctel del contexto en que vivimos (la reciente pandemia, la crisis migratoria que no para de crecer, el clima, que cada vez nos devolverá más fenómenos extremos a cambio de nuestra contaminación irresponsable, la guerra en Ucrania, que siempre amenaza con extenderse al resto del mundo, y las consecuencias económicas de todo esto: inflación, inseguridad, aumento del precio de la energía, escasez de materias primas, malas cosechas, etc.) suele llevar a la gente a posiciones conservadoras o muy conservadoras, pero de ahí a permitir que los derechos que tanto nos ha costado conseguir como sociedad (la libertad de expresión, de manifestación, de creación artística y literaria, la protección a las mujeres, la igualdad para el colectivo lgtbi, la concienciación sobre el cuidado de la tierra y la naturaleza, la empatía y el cuidado de los animales), se cuestionen, limiten o deroguen, hay un abismo que no podemos permitir que se abra bajo nuestros pies. Los nuevos gobiernos locales y autonómicos en manos de la extrema y de la ultra derecha están ya enseñando la patita de lo que pretenden hacer, y es una patita llena de afiladas garras.

En mi novela Cincuenta años no son nada, reflexionaba sobre lo fácil que resulta perder unos derechos que ha costado toda una vida conseguir. Eso consiste en el hecho de que con la aprobación de una sola ley apoyada por una mayoría absoluta del Congreso, las derechas pueden borrar de un plumazo derechos y libertades de millones de personas que han costado años de movilizaciones, de trabajo asociativo, miles de horas de reuniones y difíciles pactos de Estado. Derechos que no hacen daño a nadie y que han mejorado la vida de muchísimas personas. Todo esto podría desaparecer y llevarnos a la casilla de salida, una casilla en blanco y negro.

La gente no lo sabe o recuerda, por edad o por otros motivos, que en este país había que irse a Francia para poder ver ciertas películas o comprar ciertos libros; y a Inglaterra a abortar. O que las personas homosexuales, lesbianas y transexuales fuimos consideradas delincuentes, criminales, locas, enfermos y desviados hasta no hace tanto. Y no vale argumentar que a mí no me afecta. Los derechos y las libertades son del conjunto de la sociedad; cosa diferente es que uno los ejerza o no. Si un colectivo pierde derechos y libertades es la sociedad la que acaba herida; y la Democracia, también.

El 23J, o votamos o nos botan.

Óscar Hernández-Campano (escritor)