Los números del horror

El Aguijon
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Cinco mil euros. Cinco mil metros. Cinco mil habitantes. cinco mil periódicos. Cinco mil libros. Se indica el número y nos delimita el espacio del tema que estamos hablando. Nos puede parecer mucho, poco, normal y seguimos con la valoración de cómo nos parece la cosa.

Cinco mil muertos. Esta es la cifra, la horrible cifra, que dan los que están comprometidos con esta lacra. Cinco mil muertos, calculan que han sido sepultados en 2016, bajo las aguas del Mediterráneo, mientras intentaban llegar al Dorado de la subsistencia, de poder encontrar un lugar alejado del hambre, de la guerra, de la muerte. Detrás de este número cinco mil sí hay una profundidad con significado de terror. No quedan contenida la estadística en el número cinco mil. Es una persona, otra persona... Hasta cinco mil personas. Son cinco mil sueños, cinco mil esperanzas, cinco mil amaneceres, cinco mil seres queridos por alguien que pasan a formar parte del alimento de la fauna del Mare Nostrum.

A esto podemos añadir que el número puede ser muy benévolo porque este cálculo se basa en los datos de los que, por algún medio, se ha tenido constancia de que perecieron en busca de la tierra prometida. Me temo que pueden ser muchos más, porque la mayoría de ellos ya no contaban en la vida. Nunca habían formado parte de ningún mund, y nadie iba a echarlos de menos.

Huían, digo, de la guerra y del hambre y venían a esta parte del mundo desde la que controlamos la guerra y el hambre que otros padecen. Aquí tenemos la capacidad de dejarlos eternamente en la miseria del tercer mundo que necesitamos para poder reivindicarnos como primer mundo. Y la capacidad de proporcionarles las armas que sirven para matar. Al otro lado, otras personas que aunque están en el mundo de la miseria, no pertenecen a él, ya aprovecharan la incultura de los desheredados de la tierra para venderles un Dios a su medida por el que poder matar.

Sería injusto no hacer un reconocimiento expreso a las organizaciones españolas, europeas, de otros continentes, que día a día dedican sus vidas a salvar otras. Encomiable esfuerzo pero totalmente insuficiente. La solución la tiene el poder de los que manejan los hilos, los nuestros y los de ellos. Un continente no se salva con limosna. Se salva con la voluntad de enseñarles a que manejan escuelas, industria de este siglo, Ganadería y agricultura sostenible de este siglo. Se trata, en suma, de abrirles las puertas, de tirar las vallas y de entrenarlos para que todos podamos jugar en la misma división. Después ellos mismos dejaran de comprar dioses por los que morir.

El problema, el verdadero problema es que nosotros, los privilegiados, los de la casta porque nos ha tocado vivir en la civilización y en el orden, necesitamos tener un referente a escala muy inferior que nos sirva para reconocernos arriba de los de abajo. Cinco mil muertos. Y juntaremos cinco mil veces cinco mil muertos. Y seguiremos vendiendo armas a los que venden dioses por los que morir y matar. Porque tienen que existir otros mundos. Pero no pueden estar en este.

Miguel Ángel Martínez Collado

13/01/2017