L’Eliana es naturaleza y es tranquilidad, un lugar en el que puedes perderte. Adoro esos amaneceres cuando estoy de guardia, en los que puedo escuchar a los pájaros y ver cómo entra la luz a raudales en la consulta”.
Antonio Bueno Ortega es médico de familia y es, además, el coordinador del Centro de Salud de L’Eliana desde hace más de un año. Antonio nació en Mislata, donde vivió su infancia y su primera juventud. Su relación con L’Eliana data de hace más de cuarenta años, cuando siendo estudiante de medicina venía al chalet de sus tíos en época de exámenes para concentrarse.
Antonio es el mayor de tres hermanos, uno médico, también como él, y otra farmacéutica, está casado y es padre de dos hijos. Serio pero amable y comunicativo, cuenta con orgullo sus orígenes. Hijo de padres obreros, su madre limpiaba en una oficina y su padre era camarero, desde la adolescencia compaginó el estudio con el trabajo y acabó la carrera con solo veintitrés años: “En aquellos años, alguien como yo solo podía estudiar con beca”, dice con una leve sonrisa. Cuando terminó la carrera de Medicina, Antonio se trasladó a Cuenca para, como él mismo explica, “ser médico de pueblo”. Comenzó a ejercer la medicina en aldeas y pueblos desperdigados por la orografía conquense y con muy pocos habitantes. Una época de su vida de la que guarda muy buenos recuerdos. “Allí aprendí a ser médico de los de verdad, de los que tratan con pacientes con nombres y apellidos que nacen, viven y mueren en el mismo lugar, y con los que estableces una relación muy cercana y muy bonita. Fue una decisión consciente de la que no me he arrepentido nunca. Opté por no hacer la especialidad en Medicina Digestiva que había iniciado, mi destino era ejercer en el Hospital General. He de decir que tampoco me he arrepentido de ello jamás. En Cuenca desarrollé gran parte de mi carrera profesional, hice dos másteres y varios cursos específicos, me especialicé en administración sanitaria y llegué a ser jefe del Servicio de Salud Pública y director provincial del INSALUD. En esa comunidad dejé un equipo de trabajo excelente, buenos compañeros y la satisfacción de llevar a cabo un proyecto sanitario público bien montado”.
Tras su estancia en Cuenca, Antonio Bueno regresó a Valencia y comenzó a trabajar en la Conselleria de Sanidad, a la que accedió por oposición. Aquí, ejerció como jefe del Servicio de Atención Primaria y jefe de Programas y Servicios Sanitarios durante casi veinte años, una plaza que aparcó hace tres para ocupar una vacante de médico de familia en L’Eliana, también ganada por oposición. “Había pasado un largo periodo trabajando en planes públicos de salud. Tenía la necesidad de reencontrarme con el paciente y despegarme del trabajo de gestión sanitaria. Ese reencuentro se produjo casualmente en L’Eliana, el pueblo que elegimos mi mujer y yo para vivir hace ahora más de veinte años“.
Antonio Bueno es de origen andaluz. Sus padres proceden del pueblo de Torredonjimeno, en la provincia de Jaén. Hijo de represaliado político en la época de la dictadura, Antonio se define, básicamente, como un hombre de izquierdas. Con solo diecinueve años, en los años 70, fue secretario general del Partido Comunista de Mislata en la clandestinidad. Años más tarde, ya en democracia, se afilió al Partido Socialista. Como él mismo explica, los ideales y la responsabilidad siempre están ahí, pero, si ejerces la medicina, tienes que establecer prioridades porque no hay tiempo para todo.
¿Política y medicina pueden ir juntas, Antonio?
Todos nuestros actos son políticos. La gestión sanitaria implica una política sanitaria desde la que administrar y dirigir los recursos. Yo creo en la sanidad pública. Siempre he ejercido desde ese lado de la barrera, y claro que la política cuenta. Y ahora más que nunca.
Sabemos también de tu trabajo fuera de España, al que te has dedicado de manera altruista en algunas ONG.
Sí, a lo largo de mis años de médico me he visto cara a cara con la verdadera miseria. Personas abandonadas a su suerte porque sus vidas no valen nada, porque no hay dinero para invertir en salud. He estado en Panamá, en Marruecos y en otros países para montar pequeños consultorios y he visto como la gente enferma y muere porque no puede acceder ni a médicos ni a medicinas. Es terrible.
¿Para ser médico también hay que ser buena persona?
Indudablemente, hay que tener humanidad. No se puede luchar contra la muerte, sí por la vida, y como médico debo pelear por la vida. La medicina está ahí y para esto, pero, si queremos que siga llegando a todas las personas por igual, si queremos seguir teniendo las mismas oportunidades y el mismo derecho a estar sanos, todos debemos pelear por ella, médicos y pacientes; la batuta no la pueden llevar solamente las empresas privadas o los laboratorios.
En alguna ocasión, ¿te has sentido frustrado como médico por esa realidad tan difícil de conciliar?
Sí, claro. He pasado por situaciones complicadas, de gran tirantez, nada es fácil. En estos momentos, soy consciente de que hay un cambio claro hacia la privatización, pero, a pesar de todo, soy un médico feliz, me encanta mi profesión. Ojalá mis hijos también quisieran ser médicos. En el fondo, soy un sentimental.
Y volviendo a L’Eliana, pueblo en el que vives desde hace más de veinte años y en el que, además, trabajas. ¿Qué significado tiene para ti?
L’Eliana es naturaleza y es tranquilidad, un lugar en el que puedes perderte. Adoro esos amaneceres cuando estoy de guardia, en los que puedo escuchar a los pájaros y ver cómo entra la luz a raudales en la consulta. Mis hijos, mi familia, mi casa y mi trabajo están aquí. Este es mi pueblo. Me considero de L’Eliana porque, como las ovejas, uno es del terreno donde pace.