¿CREAR UNA REPÚBLICA?
¿Se puede crear una república por ley? Sobre el papel, las fuerzas políticas catalanas de Junts pel SI y la CUP acaban de dar otro paso en esa dirección —tras la estruendosa jornada del 7-9-17 en el Parlament— con su “Ley de Transitoriedad”. Los diputados de Ciudadanos, PSC y PP abandonaron el escenario parlamentario para manifestar su desacuerdo con los procedimientos antidemocráticos amparados por la presidenta Forcadell. A destacar la prédica del diputado Cuscubiela (Podem y ex del extinto PSUC), quien le afeó las malas artes utilizadas.
La nueva ley posibilitaría dotarse de una constitución supuestamente legal sobre la que fundamentar la nueva república catalana que lo sería por la vía de los hechos y no de la legalidad vigente, repetidamente conculcada. Así cada trámite de “desconexión” se convierte en un preámbulo de la campaña de agitación y propaganda independentista que encontrará en la Diada (11-S) su mejor caja de resonancia, cuyos efectos se prolongarán hasta el 1-O.
Sin embargo, la realidad actual entre los ciudadanos de Cataluña, social y políticamente divididos, golpeados por la crisis económica y los atentados terroristas no parece caminar en la dirección anunciada, previamente programada por un puñado de dirigentes empoderados. Nadie sabe con certeza como desean vivir y relacionarse, hoy y ahora, los ciudadanos de Cataluña entre sí y con sus vecinos más próximos.
El gobierno corrupto de Mariano Rajoy con su grotesca e insoportable inoperancia por toda política, ha permitido interesadamente (véanse las conexiones entre la corrupción “centralista” y la “nacionalista”) que el llamado “procés” se desarrollase hasta límites insospechados al ilusionar, sobre todo, a un número importante de jóvenes ávidos del reconocimiento de su preparación y con enormes deseosos de conseguir su inserción en el mundo laboral, de ejercer como profesionales sin necesidad de verse obligados a emigrar. Implicados con fervor militante en este ‘proceso’, han creído que no habrá futuro para ellos más que en una Cataluña independiente, desgajada del Estado español.
Esto último no es cierto. Ningún índice económico, político o social así lo indica, pero sabemos desde los tiempos de Goebbels, que la sistemática repetición de determinadas consignas o ideas, por peregrinas e ilusorias que fueren, pueden conseguir adhesiones multitudinarias. Así viene ocurriendo en Cataluña como ocurre también en otras naciones y en diversas latitudes, sirviéndose sus promotores de la más artera propaganda en el uso y abuso de los mitos fundacionales de la nación, de sus símbolos representativos y de las conmemoraciones de impacto, en particular las dotadas de carácter festivo. Una vez más debo recomendar a quién quiera documentarse al respecto la lectura reposada del enjundioso libro: “Dioses útiles. Naciones y nacionalismos” del profesor José Álvarez Junco (Galaxia Gutemberg, 2016) No estaría demás repasar las principales reflexiones de este autor y de Gregorio de la Fuente, acerca de los debates esencialistas y los últimos grandes paradigmas en su “El relato nacional. Historia de la historia de España”, Taurus, 2017.
Más preguntas: ¿Puede constituirse a golpe de norma jurídica unilateral una forma de estado, desde una nación sin estado? No deberíamos olvidar que una república, sea cual fuere su formato o la ideología que la sustente es, en definitiva, y antes que otras muchas cosas, una forma de estado.
Más allá de las dificultades existentes para explicar conceptos tan complejos y de difícil asimilación como los de nación y estado, es necesario decir que ambos, requieren de procesos históricos a menudo contaminados de extrema violencia, y siempre de complicados acuerdos políticos de imprevisible duración. Nada cambia, ni se modifica, ni se alcanza y consolida en veinticuatro horas o en pocos días. El resultado de un referéndum o de un acuerdo político, no es más que la parte visible y aparentemente fácil, de luchas y negociaciones que suelen venir de meses, años, e incluso, décadas atrás. Insto desde aquí a las partes implicadas —todos lo estamos en alguna medida— a implicarse en la negoción, más que necesaria, de una convivencia natural y necesaria.
En fin, no hay que alarmarse. Advertidos estamos. Yo soy republicano y amo a Cataluña. Es también mi tierra. Viví allí un tiempo militando en clandestinidad contra la dictadura y allí fui detenido, torturado (Via Laietana) y encarcelado (Modelo/ Entenza), hasta ser liberado por un indulto en 1976. Hablo y escribo su lengua que también es la mía y la de todos los amantes de la cultura. He llorado y reído en sus calles y plazas, entre sus gentes y he vuelto siempre con la idea de estar en casa. No me gustaría en mi próximo viaje tener que cruzar una frontera, ni depender de un pasaporte y menos ser considerado un extranjero.
José Antonio Vidal Castaño
(Valencia, 11-S-2017)