Reflexiones sobre la Ley Mordaza

El Aguijon
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Como primera declaración de intenciones, vaya por delante mi posicionamiento de rechazo absoluto contra toda ley que trate de coartar los derechos de un estado democrático, y en el mismo sentido, añadir que la considero un retroceso sobre los avances que habíamos ido conquistando en nuestra ya consolidada democracia.

Dicho esto: los políticos, de  todas las tendencias y colores, cuando ocupan el poder, son propensos a complacerse con el seguidísimo,  con la adulación, con el silencio de la calle. Porque es mas cómodo el silencio que las mareas que sacan tarjeta roja a una política que no puede ser nunca del agrado de todos.

Ya sé, que en una convivencia, nuestras libertades, hemos de hacerlas compatibles con las de nuestros vecinos. No podemos quitar a un diputado o senador su derecho a entrar en el trabajo. Pero no veo porque, no podemos recibirlo manifestando nuestro desacuerdo con la labor que realiza para el que le ha prestado su voto. No entiendo que ante una autoridad policial que la ejerza de modo desmesurado, no podamos obtener el testimonio gráfico en forma de denuncia ante quién, estando para servirnos , se sirva de esa autoridad que le concedemos para usar la violencia al amparo de cualquier uniforme. No puedo entender que no podamos sentarnos pacíficamente anye las mismísimas puertas de Moncloa o Palacio, para mostrar desacuerdo con formas de gobierno que se alejan de las promesas que les valieron nuestro voto.

 

Y, como tenemos la  obligación, y la conciencia, de ser solidarios con el dolor, no pueden quitarnos la solidaridad ni el testimonio de estar a la puerta de la casa de quién la pierde, porque  políticas económicas nefastas, se la vendieron por lo que costaba –no por lo que valía- y ahora no puede pagar algo a lo que se comprometió cuando tenia un sueldo que ha perdido por esas mismas políticas.

Y esa misma solidaridad, nos lleva a salir a la calle que ahora han acotado, para protestar por las devoluciones en caliente, por los desgarros en las concertinas de los que huyen del hambre. De ese hambre que solo está en el pecado de haber nacido en el tercer mundo, que alguien decidiera que tenia que existir para reivindicarnos a los privilegiados de habitar mundos mejores..

Y en el colmo de querer matar moscas a cañonazos, estos padres de la Patria, que saben que a la calle suele salir el pueblo llano, el sindicalista, el médico, el profesor, el parado –nunca vi protestar banqueros, presidentes de multinacionales, grandes capitales, que presionan en los despachos pero no salen a la calle que queda como vulgar- pues se les ocurre otorgarse el poder de multarte con cantidades que no son asequibles ni en toda una vida de trabajo. 

Y ponen broche de oro, y lo intentan vender como concesión que se nos hace, con quitar la potestad a los jueces para que juzguen nuestra conducta, y lo convierten en falta administrativa que les otorga todo el poder para amordazarnos con una ley que solo huele a lo que parece: a sellar nuestra voluntades y nuestras bocas.

Miguel Ángel Martínez Collado

08/10/2015