¡A VOMITAR!

El Aguijon
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La grande bouffe (2)

Si leyeron Vds. mi anterior aguijón “¡Qué asco!”, sobre el sabroso tema de la Fórmula 1 en Valencia, quizá llegaron a pensar que la cuestión se limitaba a unos cuantos excesos alimenticios de la gente de posibles, de los políticos que los defienden y de sus inevitables acompañantes del mundo del glamour y demás “gente guapa”. A costa claro está, del dinero de los contribuyentes, o sea de nosotros. (Por cierto ¿cuántos canapés, gin tonics, guisquies y otras “delicatessen” se ha tomado Vd. en su vida a costa del erario público?).

Bueno, a lo que íbamos. Pues no: la cosa de la Formula 1 en Valencia es mucho más gorda que unos cuantos centenares de miles de euros en caterings. La Fiscalía Anticorrupción acaba de presentar una querella acusando al Sr. Camps (honorable), a la Sra. Johnson (Canal Nou, exconsellera, exportavoz del Consell,…) y al Sr. Aspar (piloto de motos, amiguete de la casa) de nada menos que malversación continuada de caudales públicos, prevaricación, y delito societario.

La cosa es simple y se veía de lejos. Lo que no se entiende es cómo ha tardado tanto en salir.

Veamos: el Sr. Camps recibe la iluminación de que celebrar carreras de Formula 1 en Valencia va a permitirnos “colocarnos en el mapa” y ahorrarnos una publicidad que nunca hubiéramos imaginado poder gastar y se entrega a la tarea en cuerpo y alma. No escatima esfuerzos ni se arredra ante nada. Ni Ley de Contratos Públicos, ni tramitaciones administrativas, ni nadie que moleste. El Sr. Ecclestone es el amo, exige hablar sólo con el Sr. Camps – siempre que lo hagamos President - y que no le vengan con zarandajas.

El asunto tiene su épica y lo merece: a ver quién corre más gastando millones de euros en quemar litros de gasolina y en tecnología para ahorrar unas décimas de segundo yendo a ninguna parte, profusamente acompañados de señoritas uniformadas en posición de mujer objeto. Una gran obra social. (¿Se han sentado Vds. alguna vez en la zona VIP de alguno de estos grandes premios a deleitarse con el olor a humo y gasolina quemada?)

Como el tema tenía difícil encaje legal y había que venderlo como que nos iba a salir gratis, el Sr. Camps encarga a unos amiguetes – los Sres. Roig, Aspar y nada menos que Bankia – que le monten una tapadera privada y que, de paso, se saquen unas perrillas. Desde luego los que pagan no son los señores citados ni su empresa fantasma “Valmor” sino “nuestra” Generalitat que asume los pagos y avala las operaciones a través de otras empresas públicas.

Pero como el negocio no sale bien ni con esas, los señores de Valmor al cabo de pocos años le dicen al Sr. Camps que si no se hace cargo de sus deudas, le declaran concurso de acreedores. Así que el Sr. Camps utiliza a la Sra. Johnson para que convenza a su personal de alta dirección sin explicarles que, quedándose con el muerto, les está endosando, ocultos, 45 millones de euros pendientes de pagar y el compromiso de exonerar a Valmor de toda responsabilidad. Y en vista del grandioso éxito, el Sr. Camps - probablemente hipnotizado por la tierna mirada del amo Ecclestone - va y le firma, la víspera de su dramática dimisión, siete años más de contrato a razón de varios millones de euros en canon y contratos de televisión de la ya arruinada Canal Nou. Y todo esto (2011) en plena crisis de recortes, despidos y de no hay dinero para nada (para Vds.). ¡Chapeau!

Por cierto, no se sabe dónde para en este asunto la Sra. Barberá que se subió con el Sr. Camps a pasear en un Ferrari por el despreciado Circuito de Cheste. (¿Se han subido Vds. alguna vez a que les paseen recibiendo vítores en un Ferrari?)

Miren, no voy a seguir. Lo tienen todo en la prensa. Sólo decirles que si Vd. ha contestado NO a mis tres preguntas entre paréntesis, y además forma parte del 48,53% de valencianos que votó en 2011 a esta gentuza, conviene que se lo haga mirar. Sobre todo con vistas al próximo mes de mayo de 2015.

Yo, con su permiso, me voy a vomitar.

P.D.: El Sr. Camps sigue siendo diputado autonómico (de aquí cobra) aunque apenas acude a las sesiones, se sienta en el Consejo Consultivo (de aquí también cobra) aunque se desconoce qué es lo que le consultan e incluso se atreve a salir a la calle de cuando en cuando. No se sabe si, cuando menos, con cilicio.

Germán López-Guitián