Desmontando la desnitrificadora

El Aguijon
Fuente

Andaba yo por casa de Elvireta (mi madre) cuando apareció el técnico de mantenimiento que revisa anualmente el equipo de osmosis colocado bajo el fregadero de la cocina y que, entre otras cosas, elimina los nitratos de una fuente dispensadora de agua. No es, desde luego, ningún artilugio del que no hayáis oído hablar desde hace mucho. Mientras observaba como realizaba su trabajo me vino a la cabeza la frase estrella de Xavi Castillo. Le pregunté “Això, l'equip, la instal·lació, tot, que val?” 250 euros. “¿Y el mantenimiento?” Una media de 42 euros al año. “¿Y si instalásemos 9.000 equipos (número de viviendas de L’Eliana)?”. Sin descuentos, la suma total ascendería a 2’25 millones de euros euros que podrían quedar en 1’4. El mantenimiento se podría reducir de 378.000 euros a 200.000 euros al año si se contratara todo a la misma empresa, aunque lo lógico sería contratar a nuevos empleados municipales que se encargaran de ello en exclusiva, me contestó. Por tanto, el costo total del mantenimiento de estos equipos durante 25 años ascendería a unos 5 millones de euros.

Es decir, que si en vez de construir una planta desnitrificadora tope moderna, hubiésemos recurrido a algo tan prosaico como equipos domiciliarios de depuración (que además de desnitrificar, eliminan materiales pesados, por ejemplo) nos tendríamos que gastar 6’4 millones de euros en lugar de los mas de 33 millones que nos vamos a tener que rascar del bolsillo entre todos. Y eso sin contar que la dichosa planta ocupa un solar publico de 10.500 metros cuadrados que podría destinarse a otros usos. ¿Es eso todo? No.

Un municipio con tantas banderas verdes a la sostenibilidad tiene una instalación que deberá bombear miles de metros cúbicos de agua hasta el último rincón del municipio con un gran consumo de energía eléctrica pues los paneles solares de la cubierta apenas alcanzan para cubrir las exigencias de las oficinas. Las instalaciones domiciliarias no consumen electricidad pues aprovechan la presión de la red de agua potable. Mas madera: La instalación domiciliaria solo produce agua de rechazo del agua que vamos a beber mientras que la planta desnitrificadora lo hace respecto de toda ella. Claro que siempre nos quedará el consuelo de que el agua con que llenamos las piscinas de toda L’Eliana, regamos los ingentes jardines públicos y privados, lavamos la ropa, pasamos el mocho y tiramos de la cadena del inodoro no tendrá nitratos.

A la vista del despropósito, me pregunto: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Es esto fruto de la mente calenturienta de un alcalde visionario con delirios de grandeza? Es evidente que nada más lejos de la realidad. Si acaso, esta situación es fruto de un alcalde que pecó de plegarse a la voluntad de una parte combativa de la ciudadanía sin apercibirnos del error que cometíamos. Una asociación de vecinos (que ahora pretende complicar la situación todavía más) hizo de la eliminación de los nitratos en el agua de beber su bandera, casi la razón de su existencia. “El Estado tiene la obligación de proporcionar agua apta para el consumo humano”, decían. “Y el derecho a cobrarnos el servicio” deberíamos haber añadido. Si el Estado me va a cobrar un servicio a un precio 5 veces superior al que me costaría a mi mismo proporcionármelo, mejor que no haga nada. Ya me apaño yo solo. Si el problema es que hay algunas familias en L’Eliana que no lo pueden hacer, bien poco costaría subvencionar a estas una solución individualizada.

¿Por qué consentimos los demás semejante dispendio? Porque nos lo pagaban. Qué importaba que estuviésemos matando moscas a cañonazos si iba a venir el capitá moro d’Alcoi a pagárnoslo. Y ese fue nuestro pecado. Ignorar que podíamos estar dilapidando recursos públicos que podrían estar actualmente destinándose a educación, sanidad o ayudas sociales. Al contrario que en Gamonal, barrio burgalés donde tienen la sana costumbre de impedir de forma eficaz cualquier gasto superfluo, forzamos a nuestro gobierno municipal a realizar un gasto absolutamente desproporcionado en una instalación que no necesitábamos. Y eso, una ciudadanía tan ilustrada, participativa y exigente como la nuestra se lo tendría que hacer mirar.

José Luis Coll Torrent