El Aguijón es una sección de opinión en la que los participantes pueden exponer con total libertad su punto de vista sobre temas de actualidad y de interés que afectan a nuestra comunidad. Vivaleliana!, pretende ofrecer a sus lectores, claridad, libertad de crítica y argumentos, tomando partido, eso sí, con el debido fundamento y respeto, sobre las cosas que pasan a nuestro alrededor.
Vivaleliana! no se hace responsable de las opiniones vertidas sino que serán responsabilidad única de las personas que las escriben y firman.

Como primera declaración de intenciones, vaya por delante mi posicionamiento de rechazo absoluto contra toda ley que trate de coartar los derechos de un estado democrático, y en el mismo sentido, añadir que la considero un retroceso sobre los avances que habíamos ido conquistando en nuestra ya consolidada democracia.

Dicho esto: los políticos, de  todas las tendencias y colores, cuando ocupan el poder, son propensos a complacerse con el seguidísimo,  con la adulación, con el silencio de la calle. Porque es mas cómodo el silencio que las mareas que sacan tarjeta roja a una política que no puede ser nunca del agrado de todos.

Ya sé, que en una convivencia, nuestras libertades, hemos de hacerlas compatibles con las de nuestros vecinos. No podemos quitar a un diputado o senador su derecho a entrar en el trabajo. Pero no veo porque, no podemos recibirlo manifestando nuestro desacuerdo con la labor que realiza para el que le ha prestado su voto. No entiendo que ante una autoridad policial que la ejerza de modo desmesurado, no podamos obtener el testimonio gráfico en forma de denuncia ante quién, estando para servirnos , se sirva de esa autoridad que le concedemos para usar la violencia al amparo de cualquier uniforme. No puedo entender que no podamos sentarnos pacíficamente anye las mismísimas puertas de Moncloa o Palacio, para mostrar desacuerdo con formas de gobierno que se alejan de las promesas que les valieron nuestro voto.

 

Y, como tenemos la  obligación, y la conciencia, de ser solidarios con el dolor, no pueden quitarnos la solidaridad ni el testimonio de estar a la puerta de la casa de quién la pierde, porque  políticas económicas nefastas, se la vendieron por lo que costaba –no por lo que valía- y ahora no puede pagar algo a lo que se comprometió cuando tenia un sueldo que ha perdido por esas mismas políticas.

Y esa misma solidaridad, nos lleva a salir a la calle que ahora han acotado, para protestar por las devoluciones en caliente, por los desgarros en las concertinas de los que huyen del hambre. De ese hambre que solo está en el pecado de haber nacido en el tercer mundo, que alguien decidiera que tenia que existir para reivindicarnos a los privilegiados de habitar mundos mejores..

Y en el colmo de querer matar moscas a cañonazos, estos padres de la Patria, que saben que a la calle suele salir el pueblo llano, el sindicalista, el médico, el profesor, el parado –nunca vi protestar banqueros, presidentes de multinacionales, grandes capitales, que presionan en los despachos pero no salen a la calle que queda como vulgar- pues se les ocurre otorgarse el poder de multarte con cantidades que no son asequibles ni en toda una vida de trabajo. 

Y ponen broche de oro, y lo intentan vender como concesión que se nos hace, con quitar la potestad a los jueces para que juzguen nuestra conducta, y lo convierten en falta administrativa que les otorga todo el poder para amordazarnos con una ley que solo huele a lo que parece: a sellar nuestra voluntades y nuestras bocas.

Miguel Ángel Martínez Collado

08/10/2015

 

Trascendente, como siempre, nuestro Presidente culturiza a los españoles siempre que tiene ocasión. Su última clase magistral nos descubre algo inédito: un vaso es un vaso, y un plato es un plato. Afortunadamente, Cicerón está muerto.

Esto es lo mas importante que le he oído sobre las elecciones catalanas. Ahora, con los resultados ya  conocidos, sigo pensando, que ha sido una lástima que no llenaran, él y el empecinado Más, tanto el vaso como el plato de líquidos y sólidos digeribles, de diálogo comprometido donde el vaso y el plato pudieran haber contenido el alimento que nutra el entendimiento y el respeto que nunca ha existido en los últimos tiempos..

Rajoy rompió plato y vaso con holgazana pereza. Más, puede romper Cataluña. Nos toca, es urgente, comprar una vajilla nueva, pero para entregarla a otros comensales que sepan usarla. Porque Cataluña es una singularidad de España, pero sobre todo Cataluña es parte de España.

Al empecinado, deben tirarlo los propios catalanes, y ayudarnos al resto a tirar en Diciembre al filósofo propietario de la vajilla. Y ni siquiera digo que no se deba votar al partido que dirige. Hablo de personas. Una jubilación, no en diferido, sino en tiempo presente. Nuevas caras, nuevos argumentos para nuevos tiempos. Antes de que una de las dos cataluñas nos parta el corazón, hay espacio para el diálogo. Y sin ningún descarte, incluida la posibilidad de que se abra la puerta a un referéndum sobre independencia. Escocia, acató los resultados y lo mismo habría hecho Gran Bretaña si hubieran salido otros distintos.

Pero entre el panorama actual y esta opción, aún nos queda un amplio recorrido de propuestas que permitan el entendimiento. Eso sí, insisto, con otros protagonistas, que de paso que salvan los muebles, dejen que la vajilla pueda decorarlos. Porque tanto Rajoy como Más, son platos y vasos rotos, cuyos escombros, aprovechan ambos para ocultar miserias de corrupción dentro de sus propios partidos. Y no olvidemos que los platos y los vasos rotos, los pagamos siempre los mismos.

Miguel Ángel Martínez Collado

29-09-2015

La discriminación a la mujer es el síntoma más claro de que una sociedad no es moderna, ni inteligente. Es una vergüenza que debemos denunciar y cambiar ya si aspiramos a vivir con igualdad y respeto.

La siguiente historia le ha sucedido a mi pareja recientemente en L´Eliana, un próspero pueblo de la provincia de Valencia, donde residimos desde hace un tiempo:

En Junio de 2015, mi pareja hizo una entrevista para atender una tienda. Después de hacer la entrevista le dijeron que en una semana le dirían algo, pero que el puesto era para comenzar a trabajar a finales de agosto.

Después de una larga espera, finalmente en agosto le llamaron comunicándole que había terminado el proceso de selección de candidatos y que le habían elegido a ella. Le citaron para ver los detalles del contrato, salario, horarios.

El puesto que le ofrecieron, de dependienta, iba a ser de media jornada o de ¾ de jornada.

Paralelamente, muy pocos días antes, en nuestras vidas sucedió un hecho maravilloso e inesperado: mi pareja estaba embarazada. Íbamos a ser papás; nuestro primer bebé.

El día que le comunicaron que el puesto era suyo, ella estaba doblemente feliz: primero por tener una fuente de ingresos con un trabajo cerca de casa que le motivaba mucho y, segundo, porque, con un bebé en camino, contar con ese ingreso era sinónimo de respirar más tranquilos con todos los gastos.

Ya en casa, ella pensó que lo mejor sería contar la noticia a sus futuros jefes, para mostrarles honestidad y transparencia, y para que ellos pudieran organizar con tiempo la marcha de la empresa para cuando llegara la fecha de su parto (abril 2016). 

Consultó a amigos y familiares y la mayoría le decían que no lo dijera. 

Reflexionamos sobre decirlo, también sobre la ética, sobre cómo queremos vivir la vida, sobre cómo está diseñada nuestra sociedad, sobre el papel de la mujer y sobre la discriminación… sobre lo injusto y degradante que es tener que plantearte dar explicaciones cuando te han seleccionado para un trabajo por tus aptitudes, no por tu género, ni por tu biología.

Ahí me di cuenta de lo discriminada y desprotegida que está la mujer en muchos ámbitos de nuestra sociedad. Y en el ámbito laboral es algo exagerado. Y está asumido por todo el mundo. Ya de antemano, todos nos advertían de que si lo decía, no la iban a contratar.

Pensamos que al ser una tienda con una cara humana, moderna y “espiritual”, sumado a que la gerente era una mujer joven que acababa de ser madre, serían comprensivos y tendrían una cierta empatía y sensibilidad; y además valorarían la honestidad de contarles algo que la gran mayoría hubiera callado.

Mi pareja fue a hablar el lunes 17 de agosto por la mañana con el dueño de la empresa y padre de la gerente.

Volvió a casa más relajada ya que estuvo charlando con él un buen rato y le comentó que la última palabra la tenía su hija, pero que pensaba que no iba a ser problema. Le citaron por la tarde. Al reunirse por la tarde la gerente le comunicó que no la iban a contratar por estar embarazada, que gracias por haberles avisado y al final añadió que ella estaba a favor de la inclusión de la mujer…

Tristeza, pena, vergüenza ajena, rabia, impotencia, indignación…

Después de pasar todos estos sentimientos, asumimos que la sociedad en la que vivimos es egoísta y competitiva y que la máxima que se fomenta sería algo así como “o pisas o te pisan”.

Nosotros no queremos vivir así. Nosotros no deseamos el mal a nadie, ni queremos pisar a nadie. Pero tampoco queremos que nadie nos pise. Por eso pensamos que es necesario denunciar estas situaciones, si de verdad aspiramos a vivir en una sociedad más igualitaria donde se proteja a los más desfavorecidos.

Es triste vivir en un mundo sexista donde la mujer no tiene las mismas oportunidades que el hombre. Más triste ver que existen mujeres que fomentan esa discriminación sistemática y que la promueven. Triste, porque demuestra lo necios que somos todos al no proteger y facilitarle las cosas a quienes traen a nuestros hijos al mundo y hacen posible que la humanidad pueda perpetuarse.

En cambio, lo que hace la sociedad es ponerles más barreras.

A mí me gustaría criar a mi futuro bebé en un mundo más igualitario y respetuoso, donde no exista la discriminación metida en el hueso que hoy en día existe.

¿A qué esperamos para dar un paso hacia adelante y evolucionar en cosas tan básicas?

Creo que debemos denunciar estos hechos para que no se repitan y construir una sociedad con unos valores éticos más lógicos y coherentes, donde prime el bien colectivo y no el beneficio individual a costa de pisar a otros.

La mujer es quien pare a nuestros hijos. Si fuéramos una sociedad inteligente, deberíamos cuidarla y facilitarle las cosas en lugar de ponerle barreras.

Eso, o que se acabe el mundo.

Ernesto Cidad

20/09/2015

 

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