Intrusismo literario

El Aguijon
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Nada más grave en la escritura y en la practica de las artes en general, que el intrusismo y el plagio. Robar la ideas de otra persona, hurtar a otro equipo o colectivo, las fórmulas 'mágicas o inocuas', obtenidas con tanto esfuerzo; sustraer el fuego originario, el impulso creador de una receta de cocina ajena, por ejemplo, para presentarla en sociedad como propia sin aporte nada nuevo, fue y sigue siendo una práctica inmoral y vergonzante, una lacra que ensombrece todo trabajo creativo. Estas malas practicas intrusivas, no obstante, conforman un vicio muy extendido a lo largo de la historia humana.

El plagio en la literatura, y otros mundos creativos se repite, una y otra vez, pese al halo de desprestigio y la carga bochornosa que comporta su descubrimiento y denuncia. Hoy, la velocidad de los instrumentos de reproducción y de los medios de comunicación sobrepasa nuestra capacidad moral y no asimilamos, tal vez, con la serenidad necesaria, la distinción entre el bien y el mal, aumentando con ello el riesgo de que nuestra palabra sea secuestrada para abrillantar la falta de creatividad y de trabajo de gentes con poco escrupulos. Gentes que se comportan cual garrapatas sedientes, en esta caso, de sangre literaria para maquillar con ella su incapacidad productiva.

Hablamos del robo del fuego mitológico que acarreó la desgracia de los humanos, del Quijote apócrifo, del constante saqueo de los versos de Shakespeare desde hace 400 años… La literatura o la narrativa histórica, sin ir más lejos, siempre han estado repletas, afortunadamente, de problemas de identidad y de ambigüedades literarias. El gran William Fulkner ya advirtió que: “un escritor es intrínsecamente incapaz de decir la verdad, por eso se llama ficción a lo que escribe”. Más, no es lo mismo, no, utilizar materiales comunes y temas conocidos: amor, odio, celos, soledades, vicios, venganzas; guerra y paz, sexo y muerte, alegría y tristeza, etc., que son los mejores porque los llevamos dentro; utilizarlos, digo, para contarlos cada vez de una manera diferente, con un estilo propio (la esencia de lo literario) que recortar y pegar lo que otros han escrito a un pretendido texto “nuevo”, sin alma ni estilo propios.

Contra la práctica habitual de algunas gentes que intentan vivir literariamente a costa de lo que otros fabricamos y producimos, poco podemos hacer excepto denunciar su estulticia creativa y, alzar nuestra voz, una y otra vez, para clamar en el desierto de la ignorancia y de la mala fe que nos rodean.

Que esta falta de ética y de sensibilidad por la belleza, no haga decaer el ánimo de quienes empuñan, empuñamos esa pluma imaginaria destinada a vencer a la espada. Amén.

José Antonio Vidal Castaño.