Como el silencio de los muertos

El Aguijon
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Hay un lugar al oeste de L’Eliana donde reina el silencio. A diferencia del vecino cementerio, ni siquiera se acerca nadie una vez al año a depositar flores, salvo, quizá, los familiares de la víctima de un tristísimo accidente acaecido hace unos años. En tan desdichado lugar, yacen enterradas las ilusiones y el escaso capital de los que un día creyeron poseer las magras tierras que heredaron de sus mayores. Jubilados, pequeños comerciantes, trabajadores y autónomos configuran el grueso de esta desvencijada tropa a la que ya no le quedan energías para reivindicar lo que les corresponde y a la que, de vez en cuando, se le ve transitar por allí como sombras en la nada. En el colmo de la desdicha hasta se secó un manantial de aguas presuntamente cristalinas que nunca llegó a brotar. Solo podemos contemplar, a modo de monumento funerario, el edificio que debió albergarlo. Para mayor oprobio, solo se percibe la vida en un vial que lo atraviesa camino al Templo del Consumo y que se pavimentó con huesos de cadáveres.

Al igual que en la película “La lista de Schindler” los nazis pavimentaban calles con lapidas de judíos, este vial está realizado con el dinero de los que nunca obtuvieron nada a cambio de hipotecar su economía. “El bien común” argumentarán los sumos sacerdotes locales, aunque sea a costa de una minoría cuyo único pecado fue adaptarse a las exigencias e iniciativas de estos. “Creed en la resurrección”, musitan de vez en cuando a falta de hechos. Pero es difícil mantener la fe cuando ellos mismos carecen de ella y poco hacen para que nada cambie. Y, por favor, que no se culpe a los escribas (léase funcionarios) de lo que en los escritos se redacte. ¡Que reine el silencio! El silencio ignominioso del muerto en el armario. Un muerto a cuyo olor, por desgracia, todos nos hemos acostumbrado. Descanse en paz el Polígono Industrial de L’Eliana. 

 

Jose Luis Coll Torrent

29/05/2016